Despiertas con un terrible dolor de cabeza y con la cara empapada de sudor. Los rayos amarillentos del sol se cuelan por la ventana, inyectándose en tus ojos, volviéndote ciego temporalmente. Recuperas la vista y te topas con tu entorno. Hay un exceso de cosas a tu alrededor, todo se ve gris y desordenado, cómo si hubiera sido vomitado por la noche y cómo si la madrugada hubiera extraído su color para poder emitir sus primeros rayos de día.
Te paras sobre el piso que en ese momento te parece inestable y te arrastras hasta una esquina de tu habitación que de una extraña manera no está ocupada. De pronto, te das cuenta de lo que pasa; el encontronazo con la realidad es inevitable. Te ha pasado de todo, pero conscientemente aceptas que en realidad no has hecho nada. Recuerdas que cuando eras joven tenías imágenes mentales de esta situación, en la que tu vida carecía de orden y sentido. Ahora que lo vives lo sientes menos real. En ese entonces, cuando creías que el momento en el que perdieras el control de tu vida era muy lejano, sabías que no debías de perder el tiempo haciendo puras pendejadas, como decía tu mamá, sin embargo sabías que realmente no aprenderías eso hasta el día en el que te dieras cuenta que seguías siendo el mismo perdedor de hacía ya varios años.
¿Por qué esperaste tanto tiempo para aprender? Porque en ese momento, en el que incluiste esa opción dentro de las evitables, sabías que en el fondo te daba igual, ¿Y ahora? Ahora que la vida te está comiendo y que el tiempo se te sube a la piel como lepra, estás muy seguro de nunca volverás a dejar que la vida te juegue la misma dos veces.
Mientras tanto, en otra parte de la realidad, la vida se ríe de ti. Está muy consciente que tiene otras, muchas otras para jugarte.
ME GHOSTA.
ResponderEliminarDefinitivamente me estás espiando cuando despierto.
ResponderEliminarLo he estado intentando ;D
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